domingo, 14 de noviembre de 2010

Nadie es perfecto.


Nadie es perfecto. ¡Pues vaya novedad! Ya, ya sé que no es nuevo, pero ¿te has parado a pensar por qué fracasamos en tantas relaciones humanas que en cambio nos gustaría conservar? Una razón importante es porque buscamos que esa persona sea perfecta. “¡Nadie es perfecto!” Bueno, digamos entonces que una razón importante del fracaso en las relaciones humanas es porque, al menos, buscamos que esa persona no tenga aquellos defectos que no soportamos. ¿Y te habías dado cuenta que algunos de esos defectos que no soportas en el otro forman parte de tus propios defectos que más te hacen sufrir? Piénsalo luego si quieres.

Entonces, si no has sido capaz de vencer tus propios defectos, ¿cómo pretendes cambiarlos en el otro? Si no eres capaz de vencer tus propios defectos, al menos tendrás que ser capaz de convivir con ellos. (Ya tienes aquí parte de la causa de tu tristeza y de tu agresividad) Y dado que, ni de lejos a ti te corresponde que el otro cambie por tu propio ‘interés’, no habrá otro modo de convivir con el otro que no sea con sus defectos y apreciando sus cualidades. “Con tu diferencia hermano, lejos de herirme, me enriqueces” (S. Exupéry)


Deja que te cuente una bonita fábula:

Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.
Los puercoespín, dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí. Lo malo es que las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, que eran precisamente los que ofrecían más calor. Por lo tanto algunos decidieron alejarse unos de otros y de ese modo empezaron a morir congelados.

Así que tuvieron que hacer una elección: o aceptaban las espinas de sus compañeros cercanos, o desaparecían de la Tierra muriendo de frío. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un ser cercano de la propia especie puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.

De esa forma pudieron sobrevivir.

Moraleja de la historia: La mejor relación no es aquélla que une a personas perfectas, sino aquélla en la que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.

Julio Martínez.